Presidente de la Nación Argentina
BUENOS AIRES, 30 de marzo de 1979.
SANTO PADRE:
La carta que habéis tenido a bien enviarme el veinte de febrero, compromete mi gratitud y la del pueblo argentino.
En horas difíciles, el haber asumido la grande responsabilidad de guiar a los gobiernos de la Argentina y Chile en sus negociaciones, ha de permitir que, por la sabiduría de Vuestro Ministerio, pueda encontrarse la vía para hallar una solución justa, equitativa y honrosa al actual diferendo en la zona austral.
La comprensión de que el problema tiene dificultades acrecentadas por las implicancias de diversas índole que conlleva, acentúa, si cabe, la generosidad y grandeza de vuestro gesto.
Valoro vuestra ayuda que es, a la vez, un gesto de amor y de reflexión. De amor, expresado en oportunidad de vuestra gestión, en momentos realmente críticos. De reflexión, por cuanto vuestra inspirada decisión fue precedida del examen detenido de las informaciones y documentos llevados por vuestro Enviado Especial el Cardenal Antonio SAMORE –cuya misión de paz no será olvidada por nuestro pueblo- y luego haber tenido en cuenta la carta que tuve el honor de dirigirnos el pasado ocho de enero.
Creo sinceramente en que la esperanza que manifestáis, de que vuestro gesto dé los frutos de una paz duradera, no se verá defraudada, al para que tranquiliza mi espíritu el que juzguéis que la carta que os enviara, contiene elementos útiles para comprender mejor la posición de mi país en la actual controversia y que sus términos y contenidos han de ser cuidadosamente y justamente valorados.
Se trata de la Carta que Videla le envió a Juan Pablo II agradeciéndole la mediación papal que evitó la guerra con Chile en marzo de 1979.
Lo he podido conseguir de algunos documentos anexos del libro del dictador.
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